Su primera vez con un hombre maduro

Desde hace un año ahora practicamos el cornudismo Sofía y yo.

Siempre experimento esta necesidad de compartirla, como si no tuviera valor guardarla celosamente para mí y como si tuviera que mostrar a los demás que tengo suerte de estar con ella.

Nos esforzamos por elegir solo un compañero (incluso dos al mismo tiempo) de un solo uso para que no haya apego, utilizando todas las precauciones posibles (serologías actualizadas y preservativos).

Solo hemos tenido compañeros de nuestra edad (3 en total) o un poco mayores (30 años), y para esta ocasión, Sofía me había expresado su deseo de querer a alguien más maduro, que tuviera experiencia y sabiduría. El hecho de poder estar a merced de un hombre mucho mayor, de que le enseñara, la excitaba mucho...

Ella quería ser protegida por un padre (no creo haber entendido completamente lo que sentía)... en fin, ¿por qué no? Durante nuestros últimos encuentros, ella se había sometido a todos mis deseos. Así que decidí encontrarle a alguien.

Después de algunas semanas de búsqueda y afinidades, encontré a una persona de 50 años bastante bien conservada, muy limpia consigo mismo, deportista y muy respetuosa. Debía ser una sorpresa para Sofía, que no quería elegir conmigo, confiando en mí. Tenía el cabello ligeramente entrecano, bien afeitado con un pequeño bigote (le había dicho que lo dejara crecer pensando que podría añadir un lado paternal que le gustaría a Sofía) y bien bronceado.

La noche de la cita, Sofía estaba impaciente. Una hora antes de que llegara, decido lamerle el coño para relajarla y excitarla sin hacerla correrse. Está vestida con una falda bastante amplia hasta mitad del muslo, con una camiseta sin mangas sencilla como me gusta y una braguita.

Nuestro invitado aparece justo a la hora. Le hago entrar y nos sentamos en el sofá. Nos cuenta un poco sobre su vida mientras tomamos una copa de vino y veo en las miradas que intercambio con Sofía que le gusta mucho.

Después de unas copas, decido tomar las riendas. Me levanto y le pregunto a Sofía si no quiere hacer algo para poner cómodo a nuestro invitado. Bajé un poco las luces, conecté la cámara como en cada uno de nuestros encuentros y la coloqué en su trípode, luego tomé mi cámara de fotos. Sofía se había acercado al hombre, con la falda ligeramente levantada, y comenzó a acariciarle el interior del muslo mientras seguían conversando.

Veo entonces a través del pantalón de nuestro invitado que su miembro crece. Esto no pasa desapercibido para mi novia, que me mira con aire divertido mientras pasa su mano sobre el sexo aún vestido. Le desabrocha el pantalón y el miembro se muestra con fuerza. Debía medir unos 19 cm, bastante grueso y bien rasurado como le había pedido.

—Tómatelo— le digo, y Sofía comienza entonces a masturbárselo y a besarlo mientras realiza movimientos amplios y lentos con su mano. El hombre suspira de placer y le levanta la falda, y Sofía empieza a retorcerse bajo los dedos hábiles del experto que se deslizan sobre su braguita. Toma el sexo en la boca y, mientras me mira, realiza movimientos de vaivén sin las manos, con un bonito sonido bien húmedo que me excita completamente.

Esto dura unos 10 minutos. Durante este tiempo, miro la escena, excitado al máximo al verla en ese estado, sabiendo que esta vez está psicológicamente muy caliente, y me masturbo intentando no correrme demasiado rápido.

Las manos del hombre debían de ser realmente hábiles porque cada vez le cuesta más mantenerse empalada en su sexo y deja escapar largos suspiros cerrando los ojos. Me levanto entonces y le agarro la cabeza para obligarla a dar placer a nuestro invitado, quien sin pensárselo dos veces toma a Sofía por las caderas, se tumba en el sofá y la toma en posición de 69.

¡Formidable beso negro! Sofía le quita el pantalón al hombre junto con su bóxer y se quita la parte superior mientras nuestro amigo hace lo mismo con su falda y camisa. Ahí están desnudos, sexo en la boca, acariciándose el uno al otro.

Próximamente...